lunes, octubre 19, 2009
EL GOLPE
Tomás Oropeza Berumen
México, 19.X.2009.- - La liquidación de la Compañía Luz y Fuerza del Centro (LyFC) el domingo pasado, forma parte de la estrategia del régimen calderonista para avanzar con el uso de la violencia castrense y policíaca, pisoteando la legalidad constitucional, en la construcción de una nueva relación entre el capital y la clase trabajadora para someter a esta a condiciones de explotación más agudas que las vigentes.
Al liquidar la compañía paraestatal se da un paso más en: 1) La privatización de la electricidad; 2) se destruye el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) caracterizado por mantener una postura independiente y opuesta a la gubernamental y solidaria con las luchas obreras, campesinas, estudiantiles e indígenas, 3) Se termina con la posibilidad de que el servicio triple de telefonía, Internet y televisión sea ejercido por esa paraestatal y el sindicato y 4) Se incrementa el número de desempleados con otros 45 mil despedidos en un solo día, incrementando la competencia por un puesto laboral, cosa que permitirá a los patronos reducir aún más el salario. Es decir, aplicando la agenda del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Esta acción del régimen de facto calderonista es sin duda alguna una medida propia de una dictadura porque rompió con la legalidad constitucional que obliga al poder ejecutivo a cuando menos consultar al Legislativo para tomar decisiones en materia de política energética, cosa que no ocurrió. Al mismo tiempo, al despedir a miles de trabajadores se cometió una violación contra la legislación laboral vigente.
El golpe de Estado contra los electricistas le pega a todo el pueblo de México y fue preparado desde marzo por Calderón y el ejército, que aparentaron estar realizando la lucha contra el narco, para en realidad espiar a los trabajadores y elaborar la táctica para la toma de los 103 inmuebles de la CLyFC por 3 mil efectivos y 800 ingenieros y técnicos de la Sedena (La Jornada, 19/X/09, p. 5).
Con la divisa del “aiga sido como aiga sido” Felipe Calderón a dado un vuelco a la situación del país y pretende seguir por el sendero sangriento del neoliberalismo sin encontrar resistencias, pero se equivoca porque ha prendido la mecha del polvorín en que se ha convertido México.
La manifestación del pasado jueves en la que participaron cientos de miles de obreros electricistas, estudiantes, maestros, sindicalistas, etc., para dar inicio a la construcción de un movimiento popular y dirigido por un sector del proletariado podría convertirse en la fuerza que de una vez por todas terminara con el gobierno inepto impuesto hace tres años por los que se creen dueños del país.
En el país existe una situación explosiva y el agravio a los electricistas podría detonarla. Pero la ambición por el botín que significa la privatización de la electricidad ha segado a Calderón y su pandilla que mediante el secretario de Gobernación Fernando Gómez, un empleado de panista Diego Fernández de Cevallos, pretende orillar al SME a aceptar la liquidación para después negociar su “reinserción” en alguna chamba mal pagada.
El gobierno no ha calculado todavía el tremendo efecto deprimente en el terreno económico que esta teniendo el despido de 45 mil obreros dizque privilegiados (su salario promedio es de 6 mil pesos), pues al dejarlos sin ingresos afectan a unas 270 mil personas dependientes y luego a todos los que les venden servicios y mercancías, quienes sin duda repudiarán aún más al responsable de eso, tal como puede observarse en la pequeña población de Necaxa, Puebla, en donde los 8 mil habitantes han quedado en la miseria al ser desempleados miles de electricistas que laboraban en la hidroeléctrica, en tanto que los empelados del comercio y los servicios están sufrido las consecuencias. El resultado: un pueblo a punto de la insurrección.
La prepotencia de la pandilla panista parece no tener límite al pedirle a los electricistas que se suiciden aceptando la liquidación de 33 meses (en la que se incluye un pilón o soborno si se hace antes de un mes, que en el mejor de los casos llega a los 361 mil pesos) para “luego ver” lo que ofrece el régimen en su “mesa de dialogo”. Y tiene como fundamento su ignorancia y creencia de que con el puro apoyo del ejército es posible imponerle a un pueblo una política económica que sólo beneficia a un pequeño sector de la gran burguesía.
Pero se equivoca si cree que hay decretos irreversibles y modelos económicos inamovibles. Un ejemplo de que el coraje y la movilización del pueblo puede echar al suelo tales decretazos junto con quienes los impusieron es lo ocurrido en Bolivia en octubre del 2003, cuando el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, Gony, un empresario, intentó exportar el gas boliviano por puertos chilenos a la costa este de Estados Unidos, México y Chile provocando una insurrección indígena, obrera y popular que lo derrocó en unas semanas. Ese fue un antecedente que explica que hoy en aquel país donde el comandante Ernesto Che Guevara fue asesinado hace 42 años por órdenes del Pentágono, hoy se encamine hacia el socialismo bajo el gobierno de un indígena aymara y cocalero, Evo Morales.
El Gony, prófugo de la justicia por los crímenes que cometió aplicando las recetas neoliberales, vive en Estados Unidos, protegido por el gobierno gringo.
Para arrojar otra cubetada de gasolina al fuego esta semana el Congreso decidirá se pasa el paquetazo fiscal de Calderón con su IVA generalizado y demás impuestos que sin lugar a dudas deprimirán más aún una economía que este año se desplomará 8 por ciento.
El golpe a los electricistas, que según el régimen “creará más empleos” es la campanada para movilizarse en apoyo a ese gremio, pero también para impedir nuevos despidos masivos, pues con las mentiras que fundamentan el decretazo liquidador, fácilmente podría justificarse la desaparición de muchas otras instituciones y paraestatales.
Por lo pronto debemos sumarnos a los preparativos para llevar a cabo una huelga nacional, organizar acopio para los electricistas, llamar a la suspensión de los pagos por el servicio eléctrico, combatir las mentiras propaladas por los propagandistas del régimen en radio, prensa y televisión.
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