QUE SE VAYA CALDERON
Tomás Oropeza Berumen
México, 13.02.010.- A cien años del estallido revolucionario de 1910 el gobierno de facto de Felipe Calderón ha fracasado en su intento de legitimarse mediante la guerra contra su demencial versión del enemigo interno: las bandas de narcotraficantes. Y ante el creciente desprestigio de su régimen, hoy más que nunca aislado y repudiado, ha comenzado a dar pasos hacia el establecimiento de una dictadura facistoide apoyada por un ejército sometido a tratados y acuerdos con Estados Unidos que lo convierten en policía e instrumento del imperio estadunidense, en una fuerza de ocupación.
Para reforzar la militarización del país y garantizar impunidad al ejército y la armada los panistas están cabildeando la Ley de Seguridad Nacional enviada por el ejecutivo al senado en abril del 2009.
Por ello no debe extrañarnos el respaldo del titular de la Secretaría de la Defensa Nacional General Guillermo Galván (9 de febrero), regañando a los partidos políticos por no aprobar la reforma política enviada al Congreso por Calderón mediante la cual será posible la reelección inmediata de presidentes municipales, legisladores, jefes delegacionales (¿y por qué no, de gobernadores y del mismo ejecutivo?) olvida que la revolución del 10-17 se levantó bajo el lema de sufragio efectivo, no reelección.
Igualmente la banda de Los Pinos y su gabinete de “científicos” neoliberales al instrumentar una guerra del capital contra los trabajadores (como la que están practicando contra los electricistas del SME y los mineros de Cananea, Sonora, a quienes el fallo de un tribunal colegiado en materia laboral declaró nulo su derecho de huelga y dio por terminada su relación laboral con el Grupo Minero México, del cual es abogado patronal el todavía secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont) están cometiendo los errores del dictador Porfirio Díaz en su tiempo. Y creando las condiciones para que se incendie la pradera de un país devastado por el capitalismo salvaje donde crece el desempleo y la carestía todos los días.
El discurso de Calderón pronunciado en el foro Todos somos Juárez, reconstruyamos la ciudad, en un centro social vigilado por unos nueve mil soldados y policías, donde fue increpado por las madres de los estudiantes asesinados el 31 de enero, sirvió para que por enésima ocasión reiterara, en lo fundamental, la estrategia que ha mantenido desde hace tres años, a la que ahora maquillará con una serie de medidas sociales para, según él, reconstruir el tejido social juarense.
No quiso ver ni escuchar a los estudiantes, madres y familiares de jóvenes y mujeres asesinados por sicarios y militares que reclamaban el retiro del ejército y el cambio de su estrategia para combatir la inseguridad y la delincuencia. No puede hacerlo, porque sus compromisos con el estamento castrense y sobre todo con el gobierno estadounidense se lo impiden.
Pero abajo, en el pueblo de aquella ciudad fronteriza que una vez fue próspera y alegre, las solitarias organizaciones que luchaban por el castigo a los asesinos seriales de mujeres trabajadoras, ahora están acompañadas por la indignación de miles de hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales agrupadas en el Frente Plural Ciudadano que exigen la renuncia de Calderón y el retiro del ejército.
Aunque el michoacano regresará a Juárez para dar seguimiento a las medidas que dictó y se intensificó el patrullaje en las calles de la frontera, los asesinatos han continuado.
Tampoco la “amenaza” del gobernador chihuahuense de trasladar a Juárez la sede del gobierno estatal, que no contó con el respaldo del Congreso estatal, les quitó el sueño a los delincuentes.
Todo esto en un contexto de fracasos reiterados en materia económica, demostrando que los economistas del ITAM y su religión neoliberal deben ser removidos urgentemente junto con su dizque jefe, el señor Calderón pues han elevado el desempleo hasta grados que aún con las maquilladas cifras del INEGI son alarmantes: 2 millones y medio (5.3 por ciento) y casi 600 mil personas más perdieron la chamba durante el año pasado.