PARA EL SLIM EL AGUA ES UN DERECHO, PERO HAY QUE PAGARLO
Tomás Oropeza
Corresponsal
México, 21 de marzo.- Ahora va por el agua de los mexicanos, el megamillonario Carlos Slim, quien en un año pasó del sitio cuatro al número tres en la lista de la revista Forbes de los hombres más ricos del mundo, para quien aunque el acceso al líquido es un derecho, debe pagarse.
Con una fortuna calculada en 30 mil millones de dólares, el empresario amigo del ex presidente Carlos Salinas y ahora accionista mayor y jefe supremo del poderoso partido político de facto “Pacto de Chapultepec”, que aglutina a los empresarios, políticos de todos los partidos, líderes sindicales e intelectuales más poderosos, expresó su deseo de apropiarse del agua de México.
Para ello, propuso la creación de un organismo público autónomo, donde converjan los recursos del Estado y los de la burguesía para desarrollar la infraestructura que se necesitará en el país en los años que vienen.
Se trata de crear un organismo que funcione con “transparencia” porque según el dueño del monopolio Teléfonos de México, el Estado no tiene los recursos suficientes para llevar a cabo las inversiones requeridas y por ello debe asociarse con la iniciativa privada.
Para el libanés el agua debe ser pagada por quienes la consumen y las tarifas actuales deben ser elevadas.
También consideró que el agua de la lluvia debe ser objeto de apropiación y utilización para el consumo humano, previo pago por su puesto.
A tono con el discurso de las corporaciones y los organismos financieros trasnacionales como la OCDE, el FMI y el BM, este capitán de industria, tiene puesto los ojos en el oro azul, un recurso que pertenece a la humanidad.
En sentido contrario, por estos días se han manifestado miles de activistas estudiantes, trabajadores y campesinos en las cercanías de la zona residencial donde se lleva a cabo el IV FMA, de donde se espera que surja un documento resolutivo donde no se contemple como un derecho humano la disponibilidad del líquido.
Mañana terminará el cónclave de las empresas y representaciones gubernamentales empeñadas en explotar para beneficio del capital el agua.
Y no obstante que se han llevado a cabo acciones de protesta contra sus nefastas intenciones, aún existe poca conciencia del grave peligro de sus proyectos. Tal vez por eso estamos lejos de desarrollar las acciones necesarias para hacerlos renunciar a sus ambiciones, como en su momento hizo el heroico pueblo de Bolivia, donde con bloqueos de carreteras, manifestaciones, y con una verdadera insurrección se derrocó a un presidente y se puso en claro que el agua es del pueblo.
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